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  • Foto del escritorJuan Villegas Ariza

El cambio climático en datos

El cambio climático es un hecho sobre el que actualmente existe un sólido consenso entre la comunidad científica internacional. De acuerdo con la Real Academia Española, el cambio climático puede definirse como el cambio del clima, atribuido directa o indirectamente a la actividad humana.


Tal es la innegable importancia de los cambios en el clima que, especialmente desde el año 1992, la normativa internacional se viene haciendo eco de ellos, tratando de paliar la problemática a través de disposiciones y acuerdos que coadyuven a garantizar un desarrollo sostenible de los recursos naturales. Así, cabe destacar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (1992); el famoso Protocolo de Kioto (1997); la Directiva 2003/87, de 13 de octubre, sobre comercio de emisión de gases de efecto invernadero; Ley sobre Régimen del Comercio de Derechos de Emisión de Gases de Efecto Invernadero (2005). Por lo tanto, es evidente que desde el punto de vista jurídico, la problemática ha calado entre las instancias internacionales como un asunto prioritario, dándole cobertura legal tanto en normas internacionales, disposiciones de la UE y normativa nacional.


Volviendo al ámbito estrictamente científico, existen una serie de hechos empíricos que prueban la existencia del cambio climático. Así, se estima que el principal mecanismo implicado en el cambio climático y el calentamiento global es el efecto invernadero provocado por la emisión de CO2 desde la revolución industrial. Igualmente, el cambio climático se ve claramente reflejado en el cambio de temperatura, y es que, según la Organización Meteorológica Mundial, 14 de los 15 años más calurosos registrados a nivel mundial han tenido lugar desde el año 2000. Este fenómeno se explica porque al aumentar la concentración de CO2 en la atmósfera, se acentúa el efecto invernadero y las temperaturas tienden a subir. Por lo tanto, si suben las temperaturas, se evapora más agua del mar, lo que potencia todavía más el efecto invernadero y el calentamiento.


Dejando al margen el cambio de temperatura, ocupémonos del agua. Si toda el agua del mundo cupiese en una vasija de 100 L y tuviésemos un grifo que solo dejara pasar el agua dulce, apenas obtendríamos 3 L, ya que el resto (97%) sería agua marina. Pero ni siquiera este bajo porcentaje se podría aprovechar, ya que, de esos 3 L obtenidos, casi todo el volumen es inaccesible por congelación u ocultamiento (casquetes polares, glaciares y aguas subterráneas). Solo nos quedaría el equivalente a una lata de refresco (300 mL). Esa es toda el agua dulce de la que disponemos los seres vivos, incluyendo la cada vez más numerosa población humana.


Cerca del 80% del agua dulce se emplea en la agricultura, mientras que el resto se destina a actividades industriales y consumo doméstico. El clima local tiene mucho que ver con el uso que hacemos del agua: por ejemplo, en el norte de la Península apenas se invierte en regar, mientras que en otras regiones españolas es necesaria una compleja red de suministro de agua. En este sentido, los hidrólogos advierten sobre la necesidad de poner fin al sinsentido que supone continuar subsidiando cultivos no adecuados, como ocurre en el entorno del Mar Menor.


Por lo que afecta al Mar Menor, la presión que está ejerciendo el ser humano sobre su entorno y sobre la naturaleza en general ha crecido de modo espectacular en los últimos años. El deterioro de los hábitats está provocando la destrucción de ecosistemas, que se vuelven inhóspitos para las especies que albergaba, como está ocurriendo en el Mar Menor con respecto a especies tan maravillosas como los caballitos de mar o las nacras.


Igualmente afectan negativamente a los entornos naturales la construcción de infraestructuras o inmuebles para uso turístico, lo cual ha provocado que se fragmenten bosques, se desvíe el curso de ríos o se vea alterada la forma natural de otros espacios naturales, como nuestro Mar Menor. La sobreexplotación de especies de interés comercial o turístico para obtener beneficios estrictamente económicos y ajenos al medio ambiente están ocasionando la constante degradación de muchas zonas costeras, marinas y humedales.


Situación actual del Mar Menor. Fuente: ELPAÍS

Apelamos a todos los ciudadanos a ser partícipes del movimiento que frene el desmesurado ritmo que mueve el cambio climático, incluso a aquellos a los que aun con datos científicos, suficientemente probados, se niegan a aceptar el evidente daño ocasionado a nuestro entorno, causado eminentemente por actividades humanas egoístas ajenas a un desarrollo sostenible que garantice la pervivencia de los recursos naturales y espacios protegidos para las generaciones futuras.


Parafraseando al escritor Antón Chejov: cuando ayudo a la naturaleza, siento que incluso el clima forma parte de mi ser, y que si dentro de mil años el ser humano es feliz, será un poco gracias a mí.



Juan Villegas Ariza

Redactor voluntario en Abracemos al Mar Menor

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